abril de 1988
Nos dejó en Madrid a la edad de 84 años.
Llegó a la Colonia en 1941 procedente de Morata de Tajuña (Madrid). Casado con Alejandra González Anguita y padre de 4 hijos: Joaquín, Ángeles, Carmen y Antonio, que falleció en Morata de Tajuña a la edad de 3 años.
Su primer destino en la fábrica fue en Las Canteras, después le destinaron a trabajar en el Embase, lugar en el que sufrió un accidente y estuvo muy cerca de perder la vista. Muchos de nosotros le recordamos en sus últimos años de trabajador, responsable del mantenimiento de Las Piscinas.
Cuando llegaron a La Colonia, su primera vivienda fue en las cuevas. Despues se trasladaron a vivir frente al Economato, la tienda de Sandoya y cerca de la zona norte de la fábrica. Al margen de la calle que llegaba hasta la carretera de Villasequilla. Finalmente se trasladaron a otra vivienda cercana a los pisos.
Sus amigos fueron D. Federico Novas y su esposa Concha y Antonia Bardazos, compañera de su mujer Alejandra cuando tenían que coser sacos para la fábrica.
Nos dejó en Madrid a la edad de 84 años.
Llegó a la Colonia en 1941 procedente de Morata de Tajuña (Madrid). Casado con Alejandra González Anguita y padre de 4 hijos: Joaquín, Ángeles, Carmen y Antonio, que falleció en Morata de Tajuña a la edad de 3 años.
Su primer destino en la fábrica fue en Las Canteras, después le destinaron a trabajar en el Embase, lugar en el que sufrió un accidente y estuvo muy cerca de perder la vista. Muchos de nosotros le recordamos en sus últimos años de trabajador, responsable del mantenimiento de Las Piscinas.
CURIOSIDADES Y ANÉCDOTAS
Cuando llegaron a La Colonia, su primera vivienda fue en las cuevas. Despues se trasladaron a vivir frente al Economato, la tienda de Sandoya y cerca de la zona norte de la fábrica. Al margen de la calle que llegaba hasta la carretera de Villasequilla. Finalmente se trasladaron a otra vivienda cercana a los pisos.
Sus amigos fueron D. Federico Novas y su esposa Concha y Antonia Bardazos, compañera de su mujer Alejandra cuando tenían que coser sacos para la fábrica.
Yo le recuerdo paseando por la piscina, con su boina, las manos cogidas por detrás y mirando hacia el suelo. Siempre cerca del cuarto de los filtros, cuyo mantenimiento era cosa suya. Un lugar que siempre me resultó extraño y me provocaba mucha curiosidad, por lo grande y oscuro que me parecía, por su acceso por una muy inclinada escalera que bajaba hasta las dos bañeras gigantes que hacían la función de filtrar el agua, ese olor tan fuerte a productos químicos, los pequeños tragaluces por donde entraban y salían las golondrinas para atender los nidos que año tras año iban construyendo dentro. Todo esto unido a la figura de Domingo, arriba, esperando que subiésemos la escalera que anteriormente habíamos bajado a escondidas aprovechando un pequeño descuido suyo, con esa mirada que te dejaba helado y algún improperio que nos habíamos ganado por curiosos.
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